Tu vida por escrito

ArqRec brinda asesoría profesional para que logres ese patrimonio biográfico tan importante como lo es el recuerdo de tu vida.
Escribe tus memorias.

arqueologiadelrecuerdo@gmail.com


Entrevista con Anna Caballé

Entrevista con Anna Caballé

ANNA CABALLÉ

"La vida de los otros es el único parámetro de referencia sobre la propia vida"

RICARDO MARTÍN

En la biblioteca de su padre destacaban tres temas: la Guerra Civil española, Napoleón Bonaparte, que era su ídolo, y las biografías de personajes históricos. Como no había novelas, ni libros de poesía, Anna se familiarizó desde niña con el tema más atractivo, las vidas escritas: María Antonieta, Teresa de Jesús, Stefan Zweig, La Rochefoucauld. Pero sería la lectura de Memoria personal, de Gerald Brenan, en 1976, quien le abriría un mundo nuevo y le haría comprender que “en nuestros recuerdos está el fundamento de nuestra identidad, la capacidad de la biografía para volver inteligible una vida privada”.

Anna Caballé es hoy profesora de Literatura de Universidad de Barcelona y responsable de su Unidad de Estudios Biográficos. Ha publicado, entre otros, los libros Narcisos de Tinta. Ensayo sobre la literatura autobiográfica en lengua castellana (1939-1975); Francisco Umbral, el frío de una vida (2004); Cinco conversaciones con Carlos Castilla del Pino (2005) y El bolso de Ana Karenina (2008). Directora de la colección La vida escrita por las mujeres (2003) es directora de la colección Vidas escritas. Acaba de publicar una nueva biografía,Carmen Laforet, una mujer en fuga, en colaboración con Israel Rolón.
Memoria personal -comenta Anna Caballé- fue la primera autobiografía que me impactó por la autenticidad que transmite Brenan y también porque se hablaba de un mundo más próximo al mío. Hasta entonces yo había identificado la biografía con el personaje histórico y de pronto comprendí que era un espacio privilegiado, una especie de centro de operaciones en todo lo relacionado con la búsqueda de la identidad y del sentido. Brenan no es una celebridad cuando escribe su autobiografía, lo hace porque ha acumulado una experiencia vital que quiere transformar en conocimiento. Recuerda que veníamos de una época árida en los estudios humanísticos. A mí me desesperaba la asignatura de Formación del Espíritu Nacional, no entendías una palabra, porque nada de aquello era aplicable al mundo real. Y la experiencia de leer a Gerald Brenan fue la de intuir un camino que me interesaba.
En la historia del género autobiográfico hay dos citas obligadas: las Confesiones de San Agustín, como primera muestra del género y Las Confesiones de Roussseau, cimiento de la moderna autobiografía. ¿Toda escritura del Yo busca en el fondo un destinatario concreto, ya sea real o ficticio?A esos libros canónicos añadiría el Libro de la Vida de Santa Teresa, obra pionera en el contexto de la cultura europea, que no tuvo continuidad por culpa de la Inquisición. Pero realmente España fue pionera en el discurso autobiográfico gracias a santa Teresa. Porque ella ya entiende la escritura de su vida como una herramienta de concienciación de quién es y qué se espera de ella. Evidentemente la escritura del Yo es, en el fondo, un diálogo con un Tú, que puede ser uno mismo y pueden ser los otros. Eso lo explica muy bien Elias Canetti en La conciencia de las palabras: a él la escritura autobiográfica que no posea un carácter dialógico le parece falta de valor.
¿Y hoy, cómo se ofrece quien escribe de sí mismo? ¿Ha cambiado el autor el modo de plasmar su propia vida?Sí y no. Hay que decir que en nuestro país, tras la muerte de Franco, surgió una necesidad de volver sobre el pasado, o no escrito o mal escrito, que hizo que los libros de memorias adquirieran un enorme protagonismo. Fue una catarsis, que sigue todavía, y como tal necesaria. Sin embargo, en los últimos años, de los noventa en adelante yo diría que la autobiografía ha adquirido una nueva dimensión, estrictamente literaria. Escritores como Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Soledad Puértolas, Andrés Trapiello o José Carlos Llop han transformado el punto de vista autobiográfico en un espacio literario que les permite experimentar nuevos planteamientos narrativos. De un género histórico-literario fundamentalmente testimonial ha pasado a ser una forma de mirar el mundo. Yo diría que es un cambio importante porque afecta al lugar que ocupa el escritor en su obra. Ahora en muchos libros es el principal personaje de la novela de su vida. Ahora el escritor hace de sí mismo su mejor creación. En otras palabras, podríamos hablar de una profesionalización de la autobiografía, que tradicionalmente ha sido un género amateur. Hasta ahora era una escritura que no generaba una carrera literaria, ahora sí puede hacerlo: el caso de Annie Ernaux, por ejemplo, o de Houellebecq, en Francia.
Confesarse por escrito a través de la autobiografía, como dice en su libro Narcisos de Tinta, ¿constituye siempre un acto de valentía, una muestra de seguridad en uno mismo o una muestra de impudicia? Carlos Castilla de Pino sostiene que en la medida en que hay ostentación hay también deficiencia.Pues sí, puede haberla. Fácilmente puede producirse una hipertrofia del Yo y transformarse en megalomanía, ostentación o exhibicionismo. Es decir, en un síntoma de precariedad. Pero es que, cuando lo dije, para mí valía como principio epistemológico. En los años setenta la autobiografía en España se veía necesariamente como un acto de sobreexposición personal y por ello reprobable: “bueno, cuando éste habla de su vida por algo será”. Es decir, de algo necesita defenderse. Y yo no lo veía así: se escribe porque la vida humana es opaca y hay necesidad de clarificarla. Iluminar lo que está oscuro es un acto ético también. Adentrarse en aquello que nos es más propio: la vida íntima, por ejemplo, aquello que está más allá de cualquier relación que podamos establecer en el mundo de los objetos y de las palabras. Porque con nosotros mismos tenemos un contacto directo, un sentimiento de existencia que puede aflorar en el vacío (de los otros) más absoluto. Y de algún modo el autobiógrafo trabaja con todo esto.
Los países anglosajones, en su literatura, son más proclives a hablar de sí mismos, sin tanto recato ni miramientos. ¿Cómo ha influido la religión en esta escritura del Yo?Sí, pero es curioso: no están tan preocupados por la forma en que son vistos individualmente por los otros y, sin embargo, se preocupan mucho por cómo son vistos como nación. En todo caso, la religión católica nunca ha favorecido el libre examen de conciencia, porque éste no deja de ser un ejercicio moralmente peligroso que puede conducir al individuo a forjarse sus propios criterios de juicio y de conducta y por tanto escapar al control que quiere ejercerse sobre él. La Inquisición, al ejercer una durísima represión sobre cualquier forma de libertad del pensamiento, porque éste debía ajustarse a un estricto canon de principios escolásticos, perjudicó gravemente la expresión autobiográfica. Un ejemplo del miedo al Santo Oficio lo tenemos en Torres Villarroel: él mismo cuenta en su autobiografía como el hecho de que un librito suyo pasara a formar parte del Índice de libros prohibidos le desconcierta por completo y le sume en una depresión y en el temor. Nosotros venimos de esa tradición, de esa falta de libertad personal que a Galdós o a Pardo Bazán, por ejemplo, les desesperaba.
¿Siempre ha existido la misma necesidad de conocer las vidas ajenas, hasta los extremos de cotilleo que vivimos hoy?Sí, eso ha pasado siempre. Las Memorias de Saint Simon o las Cartas de Mme. de Sevigné a su hija se nutren de los chismorreos que había en Versalles. Más que Luis XIV firmara un tratado de alianza con los ingleses o con Felipe V, lo que importaba era si se había acostado con su amante, Mme.de Montespan. Así era Versalles, puro cotilleo. Pero en nuestro caso, lo sorprendente son las dimensiones que ha adquirido ese cotilleo en los últimos años. Está alterando sustancialmente los cauces del discurso cultural. Yo creo que es precisamente el rechazo biográfico en el que se ha vivido en el pasado el que explica que ahora se quiera compensar, aunque muchas veces se haga de una forma zafia. Decíamos que en España no ha habido un cauce para la reflexión sobre la vida humana en su singularidad, ubicada en la mejor tradición humanística de Plutarco a Petrarca. A todos nos interesa la vida de los otros porque es la única manera de tener un parámetro de referencia sobre la propia. Yo no puedo saber si mi vida es interesante o no lo es más que contrastándola con otras vidas de mi entorno. Como dice Elia Kazan en su autobiografía a nadie le dan un manual de instrucciones al nacer que le ayude a resolver los múltiples conflictos que le irán saliendo. Por ejemplo ¿estamos preparados para la traición de un amigo? Desde luego que no, pero ¿cuántos autobiógrafos no se han referido a las traiciones que han sufrido? Empezando por Rousseau. Eso ayuda. De aquel déficit ha surgido la explotación actual. La industria cultural ha percibido ese vacío en la expresión de la vida privada y lo ha convertido en una simple mercancía. De una experiencia de humanidad ha pasado a ser un producto más del mercado.
¿Cuáles suelen ser los argumentos de las corrientes que desconfían de la importancia de la literatura biográfica?¿De dónde proceden?Proceden de una confrontación estética. Con argumentos varios. Los escritores por una parte son poco partidarios, en general, de que su biografía desvele aquello que les ha servido para levantar su obra.  Pero las resistencias proceden sobre todo del mundo académico y crítico que entiende la creación autobiográfica como simple divulgación o bien una escritura menor, fruto de la falta de inspiración para hacer cosas de mayor envergadura. También están todos aquellos que niegan que un escritor pueda despojarse nunca de la máscara de la ficción en cuanto escribe y por tanto rechazan la posibilidad de que haya vida literaria más allá de la novela.
¿Cuánto más se cuente del personaje mejor?¿ Cuál debe ser el límite? Es evidente que no todo se puede contar ni debe ser contado, pero desde luego no tiene sentido en el mundo actual que la biografía omita, como ocurría en el pasado, aspectos que son decisivos en toda vida humana: la sexualidad, los conflictos... En mi biografía de Umbral se me plantearon muchos problemas éticos: ¿podía hablar de su ilegitimidad cuando él no lo había hecho nunca? Pero es que es un hecho decisivo en su vida. Toda su literatura, su forma de relacionarse nace del profundo “borramiento” inicial que sufrió.
¿Sigue el canon literario siendo injusto con la mujer escritora?El canon académico sigue siendo mayoritariamente masculino: no hay más que ver las antologías literarias. En este terreno las mujeres tenemos varios problemas: citaré dos: la invisibilidad y la suspicacia. Te puedes partir el pecho pero el reconocimiento profesional a una mujer le cuesta mucho más obtenerlo. Mi experiencia al preparar  La vida escrita por las mujeres fue muy dolorosa en este sentido, porque veía cómo se generaba en torno a las escritoras una hostilidad muchas veces injusta. De ahí nació Una breve historia de la misoginia.
Usted es la editora de la revista Memoria, de la Unidad de Estudios Biográficos de la Universidad de Barcelona. ¿Que opinión le merece el protagonismo que el concepto de memoria ha adquirido en nuestro país, en concreto de la llamada memoria histórica. ¿Sería más preciso decir historia colectiva? ¿No es la memoria algo propio y distinto en cada individuo?Sí, memoria histórica es un binomio que conceptualmente plantea muchos problemas. La memoria, en el sentido que la utilizamos aquí, es la presencia viva en el recuerdo de una experiencia, y está sometida a todas las transformaciones y deformaciones. Por el contrario, la historia es una construcción intelectual que exige análisis y un espíritu muy crítico. ¿Hasta qué punto cuando hablamos de “memoria histórica” no la hacemos coincidir con la memoria de un grupo social o está respondiendo a unos intereses concretos? Yo estoy de acuerdo con Pierre Nora que el Estado debe asumir la gestión del patrimonio simbólico de una nación y promover homenajes, votar resoluciones, decidir compensaciones y honrar a las víctimas. Pero inscribir en el marco de una ley los juicios que fijan el pasado en una historia oficial me parece peligrosísimo. Eso hizo el franquismo y se equivocó de medio a medio.
La memoria ha pasado en muy pocos años de ocupar una posición muy modesta, de verse apenas reconocida intelectualmente, a inscribirse en el centro de una determinada historia nacional. Y como no podía ser de otro modo se ha convertido en un arma arrojadiza que aviva el enconamiento entre la sociedad civil de unos contra otros. Yo detesto esa politización que se ha hecho de la memoria.
Además de Brenan ¿cuáles son sus autobiografías preferidas?Tengo dos, Pretérito imperfecto de Carlos Castilla del Pino, por la calidad excepcional de su memoria y la precisión de la escritura, que para mí es un modelo, y Linterna mágica de Ingmar Bergman que va siempre conmigo. Bergman es un ejemplo de honestidad intelectual, como lo es Philippe Lejeune. Pero ahora me acuerdo del Diario de Christa Wolf (Un día del año)...
La cantidad de autobiografías de gente corriente, más de 11.000 textos autobiográficos, albergadas en la Unidad de Estudios Biográficos, debe constituir un interesante material de investigación. ¿Ha comprobado qué tienen en común todas esas vidas recientes?Las personas sienten una profunda necesidad de contar su vida. Instalada en el mundo de la hipercomunicación la gente se siente muy sola, llena de incertidumbre, con una tensión tremenda entre lo que hace y las expectativas a las que debe enfrentarse. La gente sufre porque le parece que su vida no es lo suficientemente interesante. A mí lo que me ha llamado más la atención de estas autobiografías escritas por gente común ha sido la ansiedad. Es curioso, pero es todo lo contrario de lo que le ocurría por ejemplo a un burgués ilustrado del siglo XVII, Samuel Pepys. Él muestra en su diario su satisfacción por llevar la vida que lleva y lo bien que sabe administrarla: disfruta de una conversación, de sus aventuras picantes, de un buen guiso o de comprar una buena tela para su escritorio. Ahora anotamos la insatisfacción que nos produce el hecho de vivir.

No hay comentarios: